La fuerza de la delincuencia organizada radica en la debilidad de una sociedad desorganizada. Una nación en orden incluye a los gobiernos, a los poderes, a sus ciudadanos y también a sus medios, con la Televisión al frente de una buena parte de la responsabilidad comunicativa. La Televisión puede convertirse en un arma mortal contra los delincuentes… o en su mejor motivación para delinquir. Cuando la Televisión muestra la victoria del delito, con las víctimas derrotadas en la escena del crimen y los policías confundidos ante la fuga de los delincuentes, está cumpliendo con su función de narrar los hechos… y está escribiendo –sin la intención de hacerlo- la apología del crimen.
Si la Televisión mostrara la indignación de los policías, su imagen profesional y su carácter investigativo, junto al dolor de las víctimas, con declaraciones precisas de que se trabajará sin descanso hasta que los delincuentes caigan agotados y vencidos, también estaría informando… y advirtiéndole a los malhechores que serán encontrados y puestos frente a la justicia.
Son dos formas sencillas, pero muy distintas, de abordar el mismo tema que tanto dolor causa a las sociedades, a los propios televidentes que suman rating y compran los productos de los patrocinadores. En las dos formas la televisión informa y cumple con la sociedad. Sólo en una de las dos su contribución es mayor.
El terror creado por los crímenes y los secuestros debe ser combatido con el sobresalto que puede imponer la Televisión a los delincuentes. Mostrar con frecuencia a los culpables que son juzgados y condenados al aislamiento es un arma letal que la Televisión todavía no usa en toda su extensión. La realidad nos dice que en muchos de nuestros países hay más impunidad que delincuentes cumpliendo estrictas sentencias. Pero la Televisión, cuando se trata de la vida y la seguridad de las personas, sin llegar a triunfalismos que vayan al otro extremo, tiene licencia para variar la forma y evitar al menos la promoción de las victorias de los delitos. No se trata de encubrir al Estado y a su incapacidad para detener la violencia.
Es necesario crear más unidad y fuerza en la imagen social a la hora de dar a conocer noticias relacionadas con la delincuencia, poniendo en evidencia al que escapó, divulgando su imagen, o su retrato hablado, o mostrando la zona geográfica que utiliza para moverse, y dando seguimiento a todo el sistema judicial que lo persigue, presionando de esa manera hasta que se den los resultados: la captura y sentencia del prófugo y las consecuencias que asumirá el que intente repetir un delito similar. Trasmitir a través de la Televisión la captura de los prófugos más peligrosos, el hallazgo de los niños robados y el reconocimiento a la heroicidad de las autoridades es una urgencia hoy para contribuir al descubrimiento del que se esconde, para evitar más niños raptados y para combatir la corrupción de quienes debían protegernos. Es una de las tantas formas en las que se pueden asomar los valores por Televisión sin que constituyan una enseñanza aburrida y simple.
En Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela y recientemente en México la gente ha manifestado su hartazgo ante el avance del crimen que sin leyes ajusticia, mientras sus gobernantes discuten qué leyes modificar y aplicar, dándose plazos que el hampa nunca otorga en sus actos.
Se habla de armar y preparar mejor a los policías, vigilar más a los jueces, pedirle a los habitantes que denuncien y señalen y que los medios eviten exaltar al crimen. Todo eso tiene justo sentido. Sin embargo, falta todavía aprovechar la fuerza incontenible de la Televisión utilitaria. Treinta segundos menos de una telenovela y un minuto más de los noticieros mostrando la unidad y la persecución implacable contra los enemigos sociales, quitará tiempo al entretenimiento que merecemos para contribuir a la tranquilidad que necesitamos. Cuando la inseguridad se enciende en nuestros cuerpos, no permite que disfrutemos ni de la Televisión encerrados en el hogar. A la vez, el crecimiento de los índices delictivos incrementa las horas que dedicamos a ver Televisión, reduciendo la vida social a la privacidad de la casa.
Es tiempo de que la Televisión haga todo lo que le falte por hacer para declararse enemiga de los delincuentes y mejor aliada de sus fieles televidentes. Su credibilidad tiene la suerte de alertar a la sociedad, ayudar en las soluciones y de estremecer a los delincuentes. Con la Televisión se puede hacer cumplir a gobiernos y políticos lo que tanto explican y aplazan sin resultados y se puede iluminar cada rincón donde el hampa pretende actuar ocultándose detrás de la ineficacia y la corrupción.
Usando a la Televisión como arma, una sociedad sin temores disfruta más con la fantasía de las telenovelas y los éxitos deportivos, en lugar de vivir pensando cómo cuidarse de los villanos que secuestran y asesinan en nuestra vida real, donde nunca sabemos en qué capítulo representaremos el triste papel de la víctima.
Por Alexis Núñez Oliva, Productor Ejecutivo
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