Hace algunos años la Televisión sólo mostraba ilusiones, sentía la responsabilidad de hacer soñar a los televidentes y la gente quería parecerse a los que salían en Televisión, así de maquillados, con hábitos falsos, voz engolada y con pausas inteligentes, gestos controlados, sonrisa oportuna. Pero la Televisión se ha transformado en espejo ante la competencia con otros medios y con ella misma, y lucha por parecerse a la realidad, con naturalidad, en ocasiones sin maquillaje, hábitos más cotidianos, voz real, gestos lógicos y sonrisa casi espontánea.
Ha dado un salto al interior de los nuevos tiempos porque sabe que ahora el público conoce más de tecnología con que se hace casi cualquier cosa. El cómo de la Televisión de hoy es hacia la realidad, pero de aquella realidad que tanto escuchamos y poco decimos, de esa realidad que existe, pero que a veces preferimos ignorar, y por eso aparecen, como nunca antes, los temas de los homosexuales, el racismo, los golpes, la vida privada, los desnudos, y todo lo que se creía podía mantenerse escondido dentro de las casas, en las penumbras de la convivencia.
Quizá ese sentido escandaloso de la Televisión de hoy es su verdadera razón de existir desde su creación y pocos lo imaginaron.
La Televisión comenzó soñando y creando su propia realidad, hasta ganarse la adicción del mundo, para hoy crecer y mostrarnos lo que conocemos, pero que no queremos que sepan que sabemos. La Televisión es una paradoja viva, que forma parte de la decoración del hogar, de la tecnología adquirida, del nivel de vida que alcanzamos, de nuestros temas de conversación, de nuestras horas de evasión, de nuestro espacio de entretenimiento, de nuestras reuniones familiares y de amigos, de nuestra propia soledad. Es un resumen del realismo del teatro y la oscuridad del cine, y como en una relación humana, a veces se nos entrega con pasión, para que le amemos, y otras arremete salvaje y sin aviso, para que la odiemos.
Convive con nosotros y duerme y despierta en nuestro espacio, nos observa y a través de ella observamos sin ser vistos. Todos somos hoy espías del mundo gracias a la Televisión.
Formamos criterios, conceptos y gustos a partir de lo que nos dicen por Televisión. Podemos aceptar e ir exactamente en el mismo rumbo o a la inversa de lo que expone porque es un ser polémico que nos mueve los sentidos y nos obliga a percibir, a enjuiciar y a emitir criterios.
La Dialéctica De La Televisión
Ningún medio ha influido tanto en la actitud del ser humano moderno como la Televisión.
Es el único aparato electrónico que nos ha mostrado las catástrofes, los dolores de la sociedad, el horror de las dictaduras, las esperanzas de la democracia y sus propios inconvenientes, las ilusiones de la vida, la fortaleza del deporte, los laberintos de la política, ña cara del delincuente, el llanto de las víctimas, el heroísmo de la voluntad, el hambre de los que nada tienen, la opulencia de los que tienen todo, la falsedad de una realidad construida y la construcción de valores falsos, y todo a la vez, junto, revuelto y digerido en segundos, con risas y lágrimas, con los matices de extremo a extremo, en un verdadero juego de emociones. La gente busca complicidad en la Televisión, en medio de una sociedad individualista, donde la familia se ha fracturado y los amigos y grupos afines son más importantes que la generación de sangre. La Televisión es nuestro cómplice y grita lo que muchos callan. La Televisión se atreve, mientras nosotros meditamos sobre las implicaciones de atrevernos.
La Televisión nos permite probar, ver y conocer, sin riesgos físicos en ese momento, sin arrepentimientos ni culpas. Con la Televisión podemos vivir las bajas pasiones, las venganzas y los amores, sin dejar huellas ni compromisos pendientes por los que tengamos que responder después.
La Televisión nos permite gser infieles, conquistadores, vulgares, hábiles y heroicos, burgueses y talentosos, aunque nos creamos tolerantes, fieles, educados, aunque sepamos que somos torpes, pobres e ignorantes.
La Televisión es variable como las personas, porque en un mismo día tiene criterios diferentes sobre un mismo tema, y es tan alegre y optimista, como aburrida y triste, según la circunstancia y la hora. Es como nosotros: moderna y conservadora, bondadosa y egoísta.
La Televisión es toda la sociedad en segundos, es todas las actitudes en un programa, es todos los países en sus canales, es una síntesis honesta de la verdadera vida, aunque la neguemos.
Ella no enseña. Sólo muestra. No educa, porque habla como hablamos, se mueve como nos movemos, y entre sus pocas diferencias con nosotros, está que grita lo que callamos… y esa irreverencia a veces no se la perdonamos.
Por Alexis Núñez Oliva
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