Está de moda comprar historias para adaptar. Es una forma de repetir el éxito de los exitosos. Dar en el blanco sin apuntar. Supone menos riesgo… sólo a mediano plazo.
Adaptar guiones que demostraron altos niveles de audiencia, en apariencia, ahorra recursos y disminuye las posibilidades del error. Incrementa el trabajo para los adaptadores y se lanza al aire un argumento que hasta en la promoción puede imitar a la telenovela o serie original.
Algunas compañías, que por años se negaban a producir adaptaciones, lo están haciendo ahora en América Latina. Es parte del progreso hacia nuevas formas de unir talento y creatividad, esfuerzos con logros comprobados. Números de gastos contra ingresos ya sumados y restados con saldo a favor.
El Riesgo
Podríamos estar viviendo un espejismo que a corto plazo funciona, pero con daños irreversibles en un futuro próximo.
Cuando las adaptaciones sustituyen a las historias originales, cerramos la puerta a los creadores de historias nacionales, esos escritores locales que son capaces de encontrar formas distintas del conflicto humano porque conocen las idiosincracia del país donde viven y dan ese tono especial de las relaciones entre personajes a partir del cotidiano, de lo actual.
Esa ausencia limita, además, la exportación de los valores y las costumbres propias de un país. Aunque la adaptación intente adaptarse a las calles y personajes del territorio donde se exhibirá la historia por Televisión, casi siempre tiene vacíos espitiruales que sólo se consiguen llenar a través de historias originales.
Limitaciones Creativas de los Productores
Con raras excepciones, en la mayoría de las adaptaciones que he visto hay poca creatividad.
Se repiten escenas, situaciones y hasta encuadres y maneras de actuar de los personajes, como siguiendo un esquema inequívoco calcado de la historia original. La adaptación termina siendo una copia con nacionalidad diferente. Repetir lo adaptado es mayor garantía de éxito. Improvisar y ofrecer matices distintos aumenta el riesgo… y en los tiempos actuales el riesgo es un enemigo de quienes buscan el éxito rápido. Pocos productores, los más arriesgados, cambian aspectos profundos de la historia, apariencias de los personajes y utilizan el guión original casi como inspiración para crear una historia paralela. Pedro Damián, productor de las telenovelas Rebelde y Verano de Amor -versiones de Rebelde Way y Verano del 98, originales de argentina- es de los que sorprende en el resideño de los personajes y las situaciones, actualizando y hasta mejorando la historia original, en una muestra de intenso trabajo creativo sin caer en la comodidad de seguir la flecha de los que ya tuvieron éxito. La adaptación es un recurso válido y generalmente económico, pero su uso debe cuidarse como se vigilan las epidemias para evitar que inunde y desplace la originalidad al interior de productoras que se han destacado por lo nuevo y único.
Países de otros continentes como Rusia y China lo han hecho por años. En ellos se justifica el método ante la falta de experiencia para producir telenovelas exitosas con historias propias. Prefieren apoyarse en compañías extranjeras con alcances conocidos.
Adaptarse a producir adaptaciones es peligroso. Con las adaptaciones se abandona a los escritores nacionales y se pierde la posibilidad de vender en el futuro nuestros propios éxitos originales para que otros los adapten y asuman el riesgo de repetir sin el ejercicio de crear.
Por Alexis Núñez Oliva, Productor Ejecutivo
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